El yoga no es para mí
Por Gonzalo Aguilera
@gonza.yoga
Practicar Yoga no te exige ninguna condición física extraordinaria, ni una edad apropiada. No te obliga a cambiar tus hábitos o a convertirte en vegetariano. Ni siquiera te exige cambiar tus creencias, ni te incita a creer en algo más que no sea en ti mismo. En resumen, tu vida puede seguir siendo tal como es en este preciso momento, pero puede que no siga siendo así.
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Muchas personas piensan que para comenzar a practicar Yoga necesitan alguna capacidad especial o generar algún cambio significativo en sus vidas antes de siquiera intentarlo. Así que, si eres de los que nunca se han atrevido, les da vergüenza, temor o buscan excusas para argumentar todos esos “me gustaría hacer, pero…” que tanto oímos, es fundamental que entiendas antes algunas cosas muy importantes.
Lo primero que tienes que saber es que el Yoga es para TODOS y TODAS. Existen distintos estilos para cada tipo de persona y es parte del proceso encontrar el que más se acomode a tus propias necesidades. Si buscas prácticas de mayor desafío físico, vigorosas y fluidas, puedes probar con Vinyasa, Ashtanga o cualquier estilo ‘flow’ o dinámico. Si en cambio prefieres prácticas físicamente más tranquilas, puedes intentar con Hatha. Si necesitas algo más terapéutico, puedes tratar con Iyengar. Y si tu búsqueda va más por lo meditativo y espiritual, Kundalini es una muy buena opción también. Estilos hay muchos y también personas que los imparten. Por esta razón probarlos todos puede ser muy útil hasta que encuentres el que más te acomode o encuentres un instructor con el que puedas simpatizar. Hay muchas escuelas y centros que dan clases de prueba sin costo o a muy bajo precio. Aprovecha eso para ir a cuanta clase te den ganas hasta que sientas que encontraste la tuya, pero nunca te quedes con la primera impresión o pienses que el Yoga no es para ti.
Es importante saber también que cualquier estilo que escojas, nunca dejará de ser un desafío. El Yoga requiere de paciencia, esfuerzo, constancia y perseverancia para lograr que cada día te cueste un poco menos y vayas notando cambios significativos. Aun así, la naturaleza del cuerpo es cambiar y día a día se experimentan cambios que la mayor parte de las veces ni siquiera somos capaces de notar. Al comenzar a practicar Yoga nos damos la oportunidad de prestar atención a nuestros cambios y procesos para generarlos de forma consciente hacia un mayor estado de bienestar físico, mental y emocional, convirtiéndonos nosotros mismos en los únicos responsables de habernos llevado a dicho estado de armonía.
En Yoga, como filosofía de vida, se postulan varios principios, pero hay dos que son fundamentales para tener en cuenta en tu práctica física. Uno es Ahimsa, la ‘no violencia’ y otro es Satya, la ‘veracidad’. Ambos principios comienzan a integrarse naturalmente a nuestra cotidianidad a través de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo durante la práctica de asanas o posturas físicas. Si no somos violentos, y al contrario somos amorosos con nuestro cuerpo, no buscaremos exigirle más de lo que puede dar en ese momento. Si además somos sinceros y veraces con nuestros propios límites, tampoco estaremos flojos o desmotivados mientras lo realizamos. Lo importante es intentar encontrar el perfecto equilibrio entre ambos estados para mantenernos dando lo mejor de nuestro presente en cada momento.
Antes de comenzar a practicar Yoga, tienes que saber que la fuerza, la resistencia y la flexibilidad no son un requisito, sino que son parte de un sinnúmero de beneficios que vamos obteniendo al mantener una práctica constante y perseverante. Al asistir a una primera clase, seguro sentirás que los demás tienen un nivel mucho más avanzado que el tuyo: ¡no te desanimes! Tienes que saber que todos comenzamos de la misma forma, que a todos nos costó al principio, que también sentimos que era imposible hacer algunas posturas y que todos tenemos cuerpos y capacidades distintas. Por esto es muy importante que nunca busques compararte con quien tienes en frente o al lado: en vez de llevar la atención hacia el exterior, es completamente necesario que trates de mantenerla en todo momento hacia el interior, observando tu propio proceso, tus propios límites, y como mencionaba anteriormente, siendo amable y sincero con el presente de tu cuerpo. Nunca se te exigirá más de lo que puedes dar, ni te obligarán a hacer todas las posturas. Existen posturas de descanso que puedes adoptar en cualquier momento y por el tiempo que necesites para recargar energías y retomar. También es muy importante que le comentes a quien esté guiando que eres principiante o si tienes alguna lesión reciente, ya que existen variaciones para simplificar cada postura y llevarla a tu propio nivel. Nadie te juzgará. La empatía también es una virtud que se desarrolla con el Yoga.
La respiración juega un papel fundamental en la práctica, ya que es la que nos mantiene enfocados en nuestro presente. ¿Cómo así? Desde el primer segundo de nuestras vidas comenzamos a respirar y nos mantenemos haciéndolo hasta el último segundo de ella. No necesitamos pensar para respirar, lo hacemos incluso mientras dormimos, caminamos, hablamos y comemos. El proceso de la respiración es el que hace que todo nuestro organismo se mantenga funcionando. Si dejamos de respirar, dejamos de funcionar. Si durante nuestra práctica logramos mantener la atención en ella, se convierte automáticamente en el puente que une nuestro cuerpo y nuestra mente, ya que comenzamos a hacernos conscientes del proceso inconsciente que acompaña toda nuestra vida, desarrollando así una mayor atención y claridad respecto a nuestros procesos mentales y emocionales.
Si eres principiante, sólo debes preocuparte de respirar siempre por la nariz y con la mayor tranquilidad posible. Cuando nuestra respiración se agita, también se agita nuestro corazón y nuestra mente. Tendemos siempre a pensar que cuando estamos agitados, es nuestro ritmo cardíaco el que guía a nuestra respiración, pero no es así. Mientras más calmada, profunda y tranquila sea nuestra respiración, más calmado estará nuestro corazón. Para comenzar a integrar esto, en Yoga se practican también pranayamas o ejercicios de respiración, cuyo fin es encontrar el control (yama) sobre ella y por consiguiente con nuestra energía vital (prana). De la misma forma que nuestro cuerpo, el control de la respiración se logrará en cada clase de forma mucho más natural y consciente, aportándonos mayor concentración y atención en nuestra práctica y en nuestra cotidianidad.
Meditar es otro tema que muchas veces nos confunde más que aclara. Muchos creen que meditar es no pensar o dejar la mente en blanco y esto es prácticamente imposible, sobre todo con el ritmo del mundo en el que vivimos. El fin de la meditación no es más que enfocar nuestra mente en algo, es por esto que existen tantos tipos. Dentro de las más comunes están las de visualización, donde ocupamos nuestra mente para imaginar todo lo que nos vayan indicando. También existen las meditaciones con mantras, donde se llega al estado de atención plena mediante la recitación y repetición de cánticos y plegarias. Y, por otro lado, las más utilizadas, que son las de observación y contemplación hacia un objeto externo o interno.
Una de las técnicas más utilizadas, y que puedes realizar en cualquier momento de tu día, aunque nunca lo hayas hecho es Anapana. En ella, utilizamos como objeto de observación nuestra propia respiración, sin pensarla ni controlarla, simplemente observándola tal y como es en este preciso momento. Para esto, puedes buscar cualquier postura que te acomode, cerrar los ojos y comenzar a llevar toda tu atención a cada entrada y salida de aire por tu nariz. Seguramente, tu mente dispersa tenderá a irse, siguiendo algún pensamiento: no te preocupes ni te frustres. Simplemente cuando notes que esto pasó, vuelve a llevar toda tu atención hacia tu respiración. Si haces esto durante 10 ó 15 minutos diarios ya te hará sentir mucho mejor y de seguro te otorgará mayor claridad y templanza para afrontar tu día o alguna situación en particular.
Si bien cuando nos hablan de Yoga se nos viene inmediatamente la idea de posturas físicas sobre un mat, debemos saber que Yoga es mucho más que eso. La palabra ‘Yoga’ significa ‘unión’ y eso es justamente lo que buscamos al practicar: la completa unidad entre nuestro cuerpo y nuestra mente para comenzar a hacernos conscientes también de la unidad entre nuestra alma y el alma Universal. No importa cuál sea el estilo de Yoga que escojas, todos tienen ese mismo fin y al ir encontrando esta sensación de unidad, todo nuestro organismo comienza a disfrutar de los beneficios.
En cuanto a los beneficios que entrega el Yoga, son innumerables. Internet está plagado de portales, artículos y posts que pueden contarte detalladamente sobre cada uno de ellos. Pero lo que me parece sumamente importante que sepas es que todo lo que desarrolles corporal, mental y emocionalmente durante tu práctica de Yoga, se va a desarrollar naturalmente también en tu vida cotidiana. Si somos amorosos con nuestro cuerpo, comenzaremos a desarrollar el amor, el respeto y la compasión con nosotros mismos. Si somos ecuánimes para observar nuestra mente, obtendremos control y nos será más fácil lidiar con nuestros pensamientos. Si somos capaces de comprender que nuestras emociones son impermanentes, encontraremos la empatía sin apego ni represión hacia cada uno de los procesos de nuestro corazón.
Todos somos seres únicos y diferentes, por lo que cada experiencia de Yoga puede resonar de distinta forma en cada persona. Por eso la invitación es a derribar a través de tu propia experiencia los mitos que nuestra menta ha creado, a soltar los temores, las vergüenzas, el ego y atrevernos a comenzar a caminar con disciplina y responsabilidad este infinito camino de autoconocimiento y autosanación.