Título original: Krankheit als Weg
Autores: Thorwald Dethlefsen y Rudiger Dahlke
Editorial: Sudamericana
Del malestar al bienestar
Desde las primeras líneas del prólogo, los autores dejan claro que no se trata de un libro de fácil lectura. Y no precisamente por la parte teórica por la que hay que atravesar para comprender el hilo conductor de la obra, sino porque conlleva de principio a fin un gran desafío: asumir que después de leer este texto es imposible seguir caminando por la vida igual que antes. Implica aprender a relacionarse con el cuerpo en un modo de escucha activa para oír qué está diciendo… o gritando.
Ya no habrá excusas para hacerse el sordo o ciego. “Este libro es incómodo porque arrebata al ser humano el recurso de utilizar la enfermedad a modo de coartada para rehuir problemas pendientes –advierten-. El enfermo no es víctima inocente de errores de la naturaleza, sino su propio verdugo. Y con esto no nos referimos a la contaminación ambiental, a los males de la civilización, a la vida insalubre ni a ‘villanos’ similares, sino que pretendemos situar en primer plano el aspecto metafísico de la enfermedad. A esta luz, los síntomas se revelan como manifestaciones físicas de conflictos psíquicos y su mensaje puede descubrir el problema de cada paciente”.
Por ello, afirman que el libro está dedicado “a las personas que se sienten dispuestas a caminar en lugar de sentarse a la vera del camino, a matar el tiempo con malabarismos y especula-ciones gratuitas”. Sólo escuchando con honestidad los síntomas es posible entender que “enfermedad significa la pérdida de una armonía o el trastorno de un orden hasta ahora equilibrado”.
Esa pérdida de armonía, sostienen, se produce en el plano de la conciencia y sólo se “muestra” en el cuerpo. Por consiguiente, el cuerpo es el vehículo de la manifestación de todos los procesos y cambios que se generan en la conciencia. Y en lugar de intentar acallar los síntomas con medicamentos, es necesario decodificar qué nos están transmitiendo.
Las personas felices escuchan su cuerpo. A través de cualquier malestar comprenden qué necesitan corregir para alcanzar la armonía integral.
Siguiendo esta lógica, llegan a un concepto muy revelador: “Es un error afirmar que el cuerpo está enfermo. Enfermo sólo puede estarlo el ser humano, por más que el estado de enfermedad se manifiesta en el cuerpo como síntoma. En la representación de una tragedia, lo trágico no es el escenario, sino la obra”.
En la parte final del libro incluyen un “diccionario” muy útil: una iluminadora relación de órganos y partes del organismo con sus atributos psíquicos. La boca, por ejemplo, se vincula con el concepto de apertura; el corazón, con emotividad; la garganta, con angustia; los huesos, con firmeza y disciplina; las uñas, con agresividad y el útero, con entrega.
“Cuando una observación es acertada,
duele (…). La curación sólo es posible cuando el ser humano asume la parte de la
sombra que el síntoma
encierra. La enfermedad obliga
a no abandonar
el camino de la unidad.
LA ENFERMEDAD ES EL CAMINO DE
LA PERFECCIÓN”.