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Ingrid Antonijevic

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Y el cielo

tuvo compasión

Una monja zen con los pies sobre la tierra

Economista, empresaria y ex ministra de Economía, al tomar sus votos en 2011 escogió vivir el budismo y la meditación zen inserta en el mundo en lugar de un monasterio, para ayudar a otros en su búsqueda espiritual

Por Paula San Román S.

Los martes, una vez a la semana, las oficinas de su empresa se transforman en un lugar sagrado. Un altar, inciensos y cojines salen del armario y se apoderan del lugar para recibir a los veinticinco integrantes de la comunidad de meditación Maitreya Zen, que fundó hace algunos años. Su sueño es tener un dojo urbano (lugar de meditación) con instalaciones permanentes, como el zendo de Tunquén que ayudó a formar junto a Jikusan, también monje zen. Como buena economista y  empresaria sabe que requiere personas dispuestas a aportar dinero y trabajo para hacerlo realidad.

A pesar de ser una monja zen, Ingrid Antonijevic vive con los pies firmes sobre la tierra. Si bien a medida que fue avanzando en el camino de la meditación, surgió el prejuicio de que debía renunciar a lo material, pronto comprendió que había un camino alternativo. Al morir su padre, dueño de Sal Punta de Lobos, debió asumir mayores responsabilidades en los negocios familiares y no estaba dispuesta a dejarlo todo para recluirse en un monasterio.

 

Fue así que conoció a su maestro, Nishijima Sensei, que trabajó como consultor de empresas hasta los 85 años de edad. “Él me enseñó que puedes ser zen donde te toque vivir, porque uno lleva la meditación como si fuera un monasterio portátil. Él me dijo: ¡Tú, vuelve a tu trabajo! y para mí fue un gran alivio”.

Fue así que en octubre de 2011, con su cabeza pelada al rape, tomó sus votos en Japón. Sin dejar de ser Ingrid Antonijevic, con el nombre de Ingen se transformó en monja zen de este linaje no monástico.

Aceptación de la realidad

 

Comenzó a meditar a los 24, con una profesora de yoga, buscando alivio para su estrés. Fue el mejor regalo y el comienzo de su búsqueda espiritual. “El yoga produce una conexión con uno mismo y ese estar presente en la respiración es el primer paso”.  Así llegó al zen, escuela budista que se enfoca en la meditación como práctica fundamental para encontrar el camino de liberación del sufrimiento. En posición de loto, con la espalda erguida, el mentón hacia abajo y los ojos entrecerrados, Ingen deja fluir sus pensamientos, sin aferrarse a ninguno. Respira lento, suave y profundo…

¿Qué significado tiene en su vida la meditación?

Me permite cultivar una actitud de amor hacia mí misma y hacia los demás y de agradecimiento por la vida. El zen me enseñó que el sufrimiento es pensar que las cosas resultaron “mal”, mientras que puede que simplemente sean diferentes a lo que esperábamos. Trae aceptación de nuestra realidad, lo que nos ayuda a tomar conciencia de los cambios que necesitamos para lograr una mejor calidad de vida.

¿Esta aceptación es sinónimo de conformismo?

¡Todo lo contrario! El zen no cree en la reencarnación o en el más allá, por lo que debemos vivir lo mejor posible aquí y ahora. No hay otra vida para arreglar las embarradas que haces aquí.

¿El zen es antagónico a la religión católica?

El zen no es una religión. Es una filosofía, una diferente comprensión de las cosas, que no busca ser antagónica. En todos los caminos espirituales se medita, como San Ignacio de Loyola o San Juan de la Cruz. En mi comunidad hay católicos que meditan.

Inquietud país

 

Ingrid Antonijevic no solo es economista y empresaria, sino que también incursionó en política.

Su inquietud país -como llama a la política que le interesa- viene de los 70´s, cuando entró a estudiar economía a la Universidad de Chile. Ahí comprendió que vivía en un país con mucha pobreza y asumió que ningún economista con corazón podía ser insensible a esa realidad. Se integró a trabajos voluntarios, se hizo simpatizante del MAPU y perteneció a un GAP, Grupo de Acción Política, en La Faena. Invitaba a mujeres al centro de madres para enseñarles a coser.

Con el golpe militar, todo cambió. No solo se terminaron los recitales de Inti-Illimani y las marchas contra la guerra de Vietnam, sino también su trabajo social y su incipiente vocación política. Después de unos meses de incertidumbre, pudo retomar sus estudios en la universidad bajo la nueva mirada del modelo neoliberal de entonces.

Ya titulada, comenzó a trabajar como ejecutiva de cuentas del Republic National Bank of New York y a mediados de los 80´s, siguiendo a su marido, partió a vivir al sur. No lo pasó nada bien, recuerda, principalmente porque no encontró un trabajo que la motivara. Con sus dos hijos -Carola y Felipe, hoy de 42 y 40 años respectivamente-, su canario, algunos libros de poesía y meditación y algo más que lo puesto, regresó a Santiago. Era el fin de sus doce años de matrimonio.

Ya en la capital, se incorporó a Canal 11, donde rápidamente ascendió a gerente de Finanzas. Cada vez más ocupada, no dejó nunca la meditación. Siempre de manera autodidacta, practicaba mientras sus hijos dormían.

Alejada de la política desde sus años de juventud, pertenecía eso sí a una red de economistas socialistas, por lo que en el 85 la llamaron para firmar por el PPD. Ahí conoció  a Sergio Bitar que la incorporó a la fundación socio cultural del partido, la que llegó a presidir. Como empresaria humanista y de izquierda, que no había muchas, el entonces presidente Ricardo Lagos la llamó para Banco Estado, considerando su experiencia en directorios de empresas. Se convirtió así en la primera mujer en integrar un directorio de un banco en Chile. Eran tiempos en que el gobierno impulsaba la campaña Y por qué no, los primeros atisbos de la paridad de género.

 

De ahí saltó a la campaña de Michelle Bachelet, como gestora de recursos, donde se ganó la confianza de la candidata. Tras el triunfo en segunda vuelta, Ingrid enfrentó un nuevo desafío. “El 30 de enero de 2006, un día antes de partir de vacaciones, me llamó la presidenta electa para ofrecerme la cartera de economía. No podía decir que no”.

“No soy santa”

 

Aunque su paso por el gabinete fue extremadamente breve -estuvo solo cuatro meses- no se arrepiente de la experiencia. “Estoy muy agradecida y mi padre habría estado muy orgulloso. Mi falta de actividad partidista me jugó en contra, porque las cosas en política se hacían de una manera que no siempre entendí”.

 

A pesar del impacto, sintió que estaba preparada para enfrentarlo. Unos días antes su nieta mayor, hoy de 19 años, acurrucada en su regazo, le dijo: era mucho mejor cuando no eras ministra. “Para mí fue muy exigente en el sentido de mi desarrollo espiritual. Algunos se burlaban y no comprendían este camino. Soy budista, no santa, y decidí que hay espacios en que es mejor no estar. La política puede ser uno de ellos”.

El amor de pareja, ¿es otro de esos espacios?

¡No! De ninguna manera. Estuve casada, he tenido relaciones muy lindas y formé una familia que adoro. Pienso, sin embargo, que los hombres aún no nos admiten como pareja y somos más bien dis-pareja…

¿Una visión más feminista?

Puede ser. Tiene que ver con el estilo europeo de mi familia: mi madre alemana, amorosa pero con harto carácter, y mi papá croata, un hombre potente, que tuvo tres hijas mujeres que quiso educar para que fuéramos autovalentes.

 

¿Cómo entiende el amor en este contexto?

Un verdadero amor te conduce a encontrarte a ti misma; tu camino profesional, espiritual, tu maternidad, tu gusto por coser, etc. El amor budista tiene cuatro componentes: amabilidad, compasión, alegría y libertad. El amor que solo se preocupa de sí mismo no es amor de verdad…

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“Soy budista, no santa, y decidí que hay espacios en que es mejor no estar. La política puede ser uno de ellos”.

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“Los hombres aún no nos admiten como pareja y somos más bien dis-pareja…”.

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“El zen me enseñó que el sufrimiento es pensar que las cosas resultaron mal, mientras que puede que simplemente sean diferentes a lo que esperábamos”.

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