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Julio Olalla

"Cada día tenemos más, pero somos menos felices"

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Reconocido mundialmente como uno de los maestros del Coach Ontológico, sostiene que los grandes problemas que enfrenta hoy la Humanidad radican en la pérdida de la espiritualidad: “Cuando el saber se olvidó del alma, perdimos el sentido de nuestra vida. Debemos romper con esta locura materialista, que sostiene que el secreto para la buena vida es tener más”.

Por: Paula San Román S.

Recuerda como si fuera ayer cuando su padre -exiliado de la guerra civil española en Chile- le dijo, sentado frente a un plato de comida: “Julio, ¿qué ves aquí?”. Él respondió: “¿Cómo no voy a saber?... ¡Una ensalada de tomates!”. Entonces, su padre le dijo: “¡Ostias, hijo mío, esto es un milagro!”.

Ese plato de tomates marcó para siempre la vida de Julio Olalla. “Nunca más dejé de agradecer los pequeños regalitos de la vida -la comida, la salud, un amanecer- porque mi padre me enseñó el valor de la gratitud. Hoy en día creemos merecerlo todo y nos hemos olvidado de algo tan simple como es agradecer”.

Su padre era obrero en España y gracias a que sabía escribir a máquina -“algo así como experto en computación hoy en día”- lo pusieron a cargo del abastecimiento de las tropas, en lugar de ir al frente de batalla en los albores de la guerra civil. “Si bien salvó su vida, vivió meses de hambre; comía hojas, raíces, ratas…. Ese hombre, que logró arrancar a Francia y luego emigrar a Chile puso mi vida en otra ruta”.

“Ningún ser humano ve el mundo de la misma forma y la única respuesta que se nos ocurre es que el otro está equivocado, cuando se trata simplemente de que miramos el mundo de distinta manera”.

La historia de Julio también estuvo marcada por el exilio. Aunque no pasó hambre, vivió carencias y dificultades. Trabajaba como abogado en la Corporación de Reforma Agraria, CORA, cuando vino el golpe militar. Sólo unos meses después, el 6 de marzo de 1974, partió rumbo a Argentina junto a su mujer, su hijastro de siete años y su hija de tan solo dos. Nadie le daba trabajo porque lo consideraban sobre calificado, por lo que al poco tiempo decidió omitir su profesión de abogado. Su primer trabajo fue cargando camiones en una fábrica de pinturas.

 

Luego de cuatro años en el vecino país, vivió nuevamente un golpe militar. “La vida me puso en un ratito todas las pruebas que te puedas imaginar. Ahí tuve aprecio por la paz, la democracia y la libertad de pensar. Me di cuenta de que son un regalo que damos por obvio hasta que lo perdemos”.

 

En 1978 decidió nuevamente partir. Esta vez los pasajes fueron con destino a Estados Unidos y a los pasajeros anteriores se sumó su segunda hija nacida en Argentina. Al llegar, lo primero fue aprender un nuevo idioma y trabajar en lo que fuera para comer y pagar las cuentas. Mientras pintaba departamentos, conoció a intelectuales de la talla de Fernando Flores, ingeniero y político chileno que en ese minuto cursaba su doctorado en Lenguaje en la Universidad de Berkeley, y del filósofo y biólogo Humberto Maturana. Sus conversaciones le permitieron reflexionar sobre temas de los que nunca hubiera reflexionado, cimentando así el camino para su futuro desarrollo como coach.

“En la dinámica del saber moderno no tiene lugar nuestra alma. Todo se explica desde la ciencia, todo se reduce a partículas y la verdad es que somos mucho más que eso”.

“Mi interés no era intelectual: no quería aprender para tener otro título, sino que mi alma tenía hambre de darle nuevamente sentido a mi existencia y rozar el misterio de la vida. Todo lo que aprendí lo puse en ese espacio y he ido entendiendo lo que la

vida me quería decir: que hiciera justamente lo que hago. Si escuchamos, misteriosamente la vida nos manda mensajitos”.

EL MUNDO ESPIRITUAL

 

De Flores aprendió la importancia del lenguaje, en cuanto constituye realidad y no solo la refleja, lo que permite ver y entender el mundo de una manera determinada. “Por ejemplo, si nos enfrentamos a una pintura acompañados de un experto veremos cosas muy diferentes, porque él  tiene distinciones que nos permiten observar lo que de otra forma no veríamos”. Maturana, en tanto, le permitió romper la eterna tradición materialista para entender la biología, conectándola con algo mucho más grande, como es la inteligencia emocional.

 

Bajo su influencia, Olalla percibió cómo se le agrandaba el mundo. Comenzó a trabajar en una fundación de educación y a asistir a diferentes cursos, hasta que sin darse cuenta, fue a él a quien empezaron a contratar como relator de esos mismos programas. “A pesar de que todavía mi inglés era malo, me iba muy bien y entendí que la gracia estaba en que lograba conectar el saber con el amor. Eso para mí fue una tremenda revelación. Yo no quería saber por saber, sino que quería saber para estar al servicio, para querer y ayudar desde ahí a otros seres humanos”.

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A partir de ese descubrimiento, Olalla dedicó su vida al tema que lo apasiona: el Coaching Ontológico, proceso de transformación mediante el cual las personas no sólo cambian su forma de actuar, sino que, más profundamente, cambian su forma de ver el mundo para así ser capaces de modificar su actuar. “Einstein decía si no quieres los mismos resultados no hagas más de lo mismo. El Coaching Ontológico dice que si quiero cambiar mis resultados, primero debo cambiar la forma en que veo, entiendo y concibo el mundo”.

 

Esta disciplina, explica, promueve un aprendizaje en este espacio, única manera de poder hacernos cargo de los dolores infinitos que vivimos, como consecuencia de creer que todo lo vamos a resolver a través de la técnica. “La crisis que estamos viviendo como Humanidad no puede ser resuelta con esta forma de ver el mundo: debemos salir de la dictadura del saber intelectual e incluir nuestro mundo espiritual”.

“Hoy la educación formal no te prepara para vivir, sino sólo para trabajar. Es indispensable conectarnos con el misterio, con el asombro, con las grandes preguntas de la existencia y eso no está en la educación, sino en las prácticas espirituales”.

LOS OJOS DEL ALMA

Fundador y presidente de Newfield Network -escuela internacional de Coaching Ontológico presente en Estados Unidos, Perú, Colombia y Chile-, Olalla es reconocido mundialmente como uno de los maestros de esta práctica. Radicado en Estados Unidos, viaja por el mundo dictando sus programas. A Chile viene tres veces al año. Autor de “El Ritual del Coaching” y “Del conocimiento a la sabiduría”, hace ya cuarenta años que dejó el camino del puro conocimiento que le dio su profesión de abogado de la Universidad de Chile, para acercarse al mundo de la sabiduría, ese que incluye como elemento central la espiritualidad. “Cada día tenemos más conocimientos y menos sabiduría. Cuando la devoción por el conocimiento te lleva al abandono de la espiritualidad, nos alejamos de la sabiduría y llegamos a los extremos que vivimos hoy: depresión, suicidio, obesidad y destrucción de nuestro planeta, sólo por nombrar algunos”.

“Sin servicio no hay la más mínima posibilidad de una vida plena. Si en tu trabajo no sirves a otro, trabajas desde la amargura, en cambio cuando lo que haces es agradecido por otro, todo se ilumina”.

Sostiene que a pesar de que la producción de bienes y servicios se ha multiplicado varias decenas de veces desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, claramente hoy no somos más felices. “¿Qué nos pasó? Cuando el saber se olvidó del alma, de nuestra espiritualidad, perdimos el sentido de nuestra vida. El crecimiento económico y los adelantos no significan nada, sino a la luz de los ojos del alma que es lo que le da real sentido a nuestra vida”.

 

A su juicio, ¿cuál es el origen de esta falta de espiritualidad?

Viene del siglo XVII- XVIII con la Ilustración. Con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, comenzamos a explicarlo todo desde el punto de vista material. Llegamos a tal extremo, que pensadores como Francis Bacon afirmaron haber  descubierto el saber que nos permitiría dominar la naturaleza para ponerla al servicio del ser humano. La arrogancia llegó a tal extremo, que comenzamos a hablar de recursos naturales en lugar de naturaleza y en ese momento empezamos a destruirlo todo. ¡Como si no fuéramos parte de esa naturaleza!

 

En este contexto, ¿qué importancia le da al conocimiento científico?

Lo admiro y lo respeto, pero al mismo tiempo reconozco sus profundas limitaciones. Hay gente que opta por el mundo espiritual y desprecia la ciencia, el crecimiento, el desarrollo, la modernidad y cae en el otro extremo. El gran desafío es cómo recuperamos la unidad de la experiencia y la existencia.

¿Somos polvo de estrellas -formado por carbono, nitrógeno y oxígeno- o somos un soplo divino, la parte de un todo?

¿Por qué no ambas cosas? De eso se trata: de unir el mundo del conocimiento con el mundo de la espiritualidad. Se supone que la tecnología está para hacernos la vida más fácil, pero cada día se interpone más y más entre nosotros.

¿La religión es el camino para la espiritualidad?

Es uno, pero no el único, y de hecho -lo voy a decir con mucho cuidado para que no haya malentendido- hay gente religiosa que es poco espiritual y gente no religiosa que vive una tremenda espiritualidad; no siempre van conectadas. La militancia religiosa está cayendo, en cambio la búsqueda espiritual está creciendo.

 

Si fuera así, veríamos un mundo cada día mejor y parece no ser así…

La espiritualidad está creciendo, pero el desafío es de tal magnitud que no es suficiente. Algunos parámetros: estamos destruyendo el planeta con millones de toneladas de plástico que lanzamos al océano, nos queda solo el 15% de los bosques naturales del planeta, las aguas subterráneas se están extinguiendo, problemas de salud como la obesidad están creciendo, y la única forma en que nos hacemos cargo es con más y más tecnología. Es indispensable conectarnos con el misterio, con el asombro, con las grandes preguntas de la existencia y eso no está en la educación formal, sino en las prácticas espirituales. Hoy la educación no te prepara para vivir, sino sólo para trabajar. Yo enseño en países tan distintos como Singapur, Holanda, Colombia, Canadá o Chile y en todas partes veo lo mismo: un deseo de romper con esta locura materialista, que sostiene que el secreto para la buena vida es tener más. Tengo todo lo que me prometieron que me haría feliz y, sin embargo, no encuentro la felicidad.

¿Por dónde iría la búsqueda de la felicidad?
Sin servicio no hay la más mínima posibilidad de una vida plena. Si en tu trabajo no sirves a otro, trabajas desde la amargura, en cambio cuando lo que haces es agradecido por otro, todo se ilumina. El servicio es que auténticamente yo estoy aquí para ti y eso no es lo que vemos en las economías modernas. Yo no estoy preocupado de servirte, sino de venderte. Si eso te sirve, bien.

 

¿Podemos ser productivos y felices?

No tengo ninguna duda. De hecho, las personas que le dan sentido a su trabajo, que practican el servicio, que comparten el deseo de contribuir, son las más productivas. Sin embargo, aún muchos creen que la efectividad laboral está en oposición a la satisfacción.

 

¿Cómo se logra hacer el cambio?

Parte de la clave está en mirar las cosas desde otra perspectiva. Ningún ser humano ve el mundo de la misma forma y la única respuesta que se nos ocurre es que el otro está equivocado, cuando se trata simplemente de que miramos el mundo de distinta manera. La modernidad nos impuso un entendimiento de la existencia basado en el materialismo, lo que nos impide ver la totalidad. Cuando entiendo que esa es una forma de ver el mundo, pero que hay también otras, me libero y soy capaz de escuchar y entender a otros; al que viene del mundo de la ciencia y del mundo espiritual. Veo tanta amargura en mi sala: gente que lo tiene todo menos la alegría de vivir. Ellos preguntan: ¿Qué puedo hacer?

 

¿Y usted qué les responde?

Que estamos en un buen lugar para explorar esas cosas. No es que tenga una respuesta, pero claramente una clave es que en la dinámica del saber moderno no tiene lugar nuestra alma. Todo se explica desde la ciencia, todo se reduce a partículas y la verdad es que somos mucho más que eso...

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