Marisol Sabaté
Precursora del yoga en Chile
Un alma
en movimiento
Hace clases desde hace cuarenta años en el Cultural de Las Condes, creó la escuela Yoga Sakhyam y fue una de las fundadoras de la Asociación Chilena de Yoga. Pero ante todo, a los 86 años, sigue siendo un motor para sus alumnas.
Desde hace cuarenta años imparte clases en la Corporación Cultural de Las Condes. Y no ha fallado nunca. Vestida de riguroso blanco para atraer la energía, cada mañana inicia puntualmente a las 9:15 la primera de sus dos clases tres días a la semana. Aunque bajó el ritmo, hoy disfruta más que nunca con sus alumnas que la siguen sagradamente. “Si les da flojera, se acuerdan que estoy esperándolas… ¡Si la Marisol puede a los 86, cómo no van a poder ellas!”.
Marisol Sabaté es una de las precursoras del yoga en Chile. Partió en una pequeña sala en el Cultural hasta llegar a tener 200 alumnos. En el 90 creó, junto a su hija, Yoga Sakhyam, escuela para principiantes, avanzados y para la formación de instructores. Fue una de las fundadoras de la Asociación Chilena de Yoga y dio vida, hace ya 25 años, al Encuentro de Yoga y Artes Corporales, toda una tradición que se realiza cada año también en el Cultural de Las Condes.
De temperamento colérico, la podríamos definir en una sola palabra: hiperactiva. Aprovecha cada momento, es vital e impulsiva, autosuficiente, voluntariosa, gozadora y no tiene pelos en la lengua. “¡Por eso, no escribas todo lo que digo en esta entrevista!”.
Es vegetariana, aunque no fanática, no fuma y no perdona su copita de vino. Toma café con sus alumnas, practica yoga y bicicleta estática y sigue telenovelas, su pasatiempo favorito, ahora que le falla la vista. “No puedo leer, escribir, ni trabajar con las manos que tanto me gustaba: hacer greda, dibujar, pintar, coser… ¿Qué otra cosa me queda?”.
“El yoga es el motor de mi vida. Saber que mis alumnas me están esperando, es lo que me hace despertar cada mañana. Soy valiosa para ellas por la energía que les entrego y eso me llena, porque todo se devuelve”.
¿Qué es el yoga para usted?
El motor de mi vida. Saber que mis alumnas me esperan, es lo que me hace levantarme. Soy valiosa por la energía que les entrego. No es por mi inteligencia o porque sea maravillosa, sino por lo que naturalmente sé hacer: dar amor, comprensión, prestar la oreja… Lo que doy es lo que me llena, porque todo se devuelve.
¿Qué tipo de yoga la identifica?
Un método integral: Purna Yoga. No es sólo una práctica física, como el Hatha Yoga, sino que se preocupa de la espiritualidad. Se adapta a los alumnos, otorgando igual importancia a los aspectos corporales, respiratorios y a la concentración y meditación. Los mantras permiten aquietar tu mente. No se trata de invocar dioses… ¡no!, sino de preparar tu cuerpo y lograr la paz para ir a tu interior.
Nada es coincidencia
“Ponte derecha, entra la guata”, le decía desde chica su mamá. La Coti -como cariñosamente la llama- tenía un tema con el cuerpo. Y Marisol lo heredó. Muy joven se matriculó en el gimnasio Vida Sana y, aunque le hubiese gustado entrar a medicina, se conformó con la Cruz Roja. En el Bellas Artes, estudió pintura y escultura y fue discípula de Marta Colvin. Vida Sana, Cruz Roja y Bellas Artes, no sólo tenían en común el cuerpo humano -base para el yoga-, sino que también le permitieron liberarse de sus padres.
¿Qué recuerdo tiene de ellos?
Eran muy exigentes y como buenos catalanes, no me dejaban juntarme con chilenos. Mi adolescencia no fue fácil, porque además era muy enfermiza. A los 12 me dijeron que no pasaría la pubertad. Jaquecas, raquitismo, hepatitis, tuberculosis y hasta elefantiasis, pensaron que tenía. Nada de ejercicio físico, me indicaron. Tenía poca musculatura y se me doblaban las rodillas. En ese ambiente tan restrictivo, me convertí en rebelde. Odiaba a mis padres, porque no me dejaban hacer nada.
A los 20, se enamoró de un chileno, por lo que la mandaron a España a casa de una tía. Al poco tiempo conoció a un catalán separado, 13 años mayor. “Me transformé en adúltera, porque no existía el divorcio. Nos casamos en Las Vegas. Era médico, pero se dedicaba al comercio. Me dio una gran vida en lo económico, pero era muy dominante; de las garras de mis padres caí a las suyas. Con mis dos hijos pequeños regresé. Él me siguió, pero al poco tiempo se fue a vivir su vida, un poco loca, digámoslo así. ¡Ya te dije: a veces no tengo filtro!”.
Vendió sus joyas, su abrigo de piel de astracán ruso, su loza Rosenthal, sus cubiertos de Copenhagen y todo lo que trajo en las 24 cajas en que embaló su casa en España. De tenerlo todo, pasó a no tener nada. Trabajó de lavandera, cuidó casas, fue recepcionista en dos restaurantes, hizo masajes, hasta que instaló su peluquería. Una clienta le habló del yoga, al que llegó de la mano de sus hijos. Y nunca más lo dejó.
Y hoy, ¿qué opina de sus padres?
Es un capítulo resuelto, pero harto trabajo me costó. No se trata de perdonar, sino de aceptar que lo hicieron de acuerdo a sus posibilidades y pensando que era lo mejor para mí. Todo es perfecto, la vida es una malla, donde se entrelazan las cosas para que vivas lo que tienes que vivir para la evolución de tu conciencia. Las dificultades te permiten sacar lo mejor que hay en ti.
¿Qué papel juega Dios?
Está dentro de ti, tú eres una chispa divina, tengas un buda o un crucifijo por delante. Sin apellido. Me da igual. ¡Tengo DDD: Discado Directo con Dios! Es la energía, el que te enseña, te guía, te da ejemplo. La religión es la conexión con tu espiritualidad. Cuando estoy sola, en silencio, pienso en mí misma, en quién soy, en lo que he hecho, lo que hago y lo que tengo por hacer.
¿Qué piensa de la muerte?
No quiero morirme, a pesar de que muchas veces me siento mal; estoy vieja. Sólo pensar en la carita de Luanda, mi nieta menor, y en la pena que les daría a mis hijos y a mis otros nietos, me hace seguir adelante. Creo en el karma, en que vas evolucionando de vida en vida y vives lo que tienes que vivir…
Si es así, ¿no existe el arrepentimiento?
No reniego de todo lo que viví, ¡me muero de la risa! Lo encuentro entretenido, no podría haber tenido una vida plana. Hacer cosas te tira para arriba. Al final, todo te deja una enseñanza, un aprendizaje y eso ayuda a lograr la felicidad.
“Todo es perfecto, la vida es una malla, donde se entrelazan las cosas para que vivas lo que tienes que vivir para la evolución de tu conciencia. Las dificultades te permiten sacar lo mejor que hay en ti”.
“Dios está dentro de ti, tú eres una chispa divina, tengas un buda o un crucifijo por delante. Sin apellido. Me da igual.
Él es todo”.