Presencia ausente
Solo personas pacíficas pueden generar un mundo pacífico.
La pacificación es un camino y, como todo camino, requiere un mapa de ruta, una práctica persistente y cotidiana y un esfuerzo amable dirigido en total conciencia. Para ello, es preciso comenzar por saber cuáles son los aspectos que están estimulando la agresividad, la intolerancia y, en suma, la falta de amor y aceptación en el convivir.
"¿Cómo podemos generar relaciones amables, pacientes, pacíficas si
nuestros pensamientos
y sentimientos están contaminados?".
Hay factores externos como la extrema competitividad, la avidez consumista, la preocupación por la imagen. A éstos se suma la interconectividad constante que ha ido acelerando la vida moderna sin dejarnos respiro, tiempo ni pausa para escuchar al Ser, para relajarnos y conectarnos
con nosotros mismos.
El vivir se ha vuelto tan lleno de cosas, actividades, información y estímulos externos, que más que vivir, funcionamos a mil para cumplir con las actividades de cada día. Pasamos de una cosa a otra, intentando ser eficientes, pero haciendo todo superficialmente, sin calidad ni auténtica presencia.
Por Patricia May
Sin embargo, la mayor amenaza a la pacificación no está afuera, sino en nosotros mismos: en nuestra mente, en nuestro rollo mental, allí donde los pensamientos saltan de un lugar a otro como un mono en la selva o, por el contrario, se quedan obsesivamente pegados en algo como una vaca rumiando la hierba.