La experiencia del Masaje Tailandés
He disfrutado -o sufrido en algunos casos- de distintos masajes a lo largo de mi vida. He pasado por vudús brasileras, hasta ayurvédicos indios, transitando por una gran gama de técnicas y terapeutas, pero el masaje tailandés seguía siendo un misterio para mí.
Sonó el timbre puntualmente y vi aparecer a Verena von Plate de Thai Metta: menudita, pero con una tremenda fuerza, porque traía una verdadera casa a cuestas, que incluía un gran futón, mantas y otros implementos, sin duda más grandes que ella. Armamos entre las dos el escenario, me pidió que me pusiera ropa cómoda, puso una música maravillosa y de ahí para adelante solo podría decir que entendí lo relativo que es el tiempo.
Fueron dos horas completas de masajes, en las cuales estuve presente como en una meditación continua, donde seguía algunas instrucciones muy básicas y solo estaba consciente de mi respiración y de entregarme completamente a la experiencia.
Muy pronto comprendí que era un masaje activo, que nada tenía que ver con la típica concepción que yo tenía. Con una precisión increíble, Verena -quien estudió esta técnica en Tailandia y España- va entrando en los puntos energéticos profundos, con compresiones y digito compresiones, recorriendo desde la punta de los dedos de los pies hasta la punta de la cabeza y atravesando las diez principales líneas energéticas que tenemos en nuestro cuerpo.
Me llamó la atención que Verena usara muy poco sus manos. A diferencia de los masajes tradicionales, utiliza indistintamente sus codos, rodillas, pies, nudillos y todo su peso corporal, para estimular y desbloquear el libre flujo de energía vital. Al mismo tiempo, va generando movimientos en tu cuerpo para intentar darle más flexibilidad. Aplicando algunas posturas parecidas al yoga, logra dejarte en un estado de profunda relajación.
Por Mariella Rossi W, directora Yoga Style
El masaje pasó volando y siempre me sentí presente y conectada con lo que estaba pasando. Cuando terminó, los resultados no solo se sintieron en el cuerpo. Al día siguiente me levanté con mucho más vitalidad y energía. Con la mente más clara y mi cuerpo mucho más liviano, llegué a mi práctica de yoga y me sentí más flexible, como si todas las extremidades se me hubiesen estirado.
Las distintas partes de mi cuerpo reaccionaron de diferente manera, por lo que me surgieron algunas interrogantes: ¿Qué energías estoy acumulando? ¿Qué cosas me cuesta dejar ir? ¿Qué rigideces internas se expresan en las externas? ¿Dónde acumulo y guardo las tensiones? Agradezco la experiencia que, sin duda, me gustaría repetir.