El yoga
comienza al salir
de la práctica
Desconocido para la mayoría, el yoga tántrico de Cachemira es una tradición centrada en el autodescubrimiento, tomando como herramienta la realización de las asanas. Mariette Raina es una de sus principales exponentes a nivel mundial y estuvo recientemente en Chile para dar a conocer esta tradición milenaria.
Para conocer y practicar el Yoga Tántrico de Cachemira: www.cuerpoyconsciencia.cl
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El Yoga Tántrico de Cachemira es una práctica que no tiene las características del yoga tipo Ashtanga, Iyengar o Hatha. Se basa principalmente en la sensación y la exploración táctil, donde el acento no está puesto en la postura, sino en la percepción muy fina de cómo se entra, se mantiene y se sale de ella. A través de la observación atenta del cuerpo, se accede a comprender íntimamente los mecanismos psicológicos, las resistencias y las reacciones que nos condicionan como persona.
Mariette Raina, internacionalmente reconocida representante de esta tradición, estuvo recientemente en Chile, invitada por Cuerpo y Consciencia, un espacio donde se vive y practica esta tradición, para difundirla en nuestro país.
Antropóloga y fotógrafa francesa, Mariette ha logrado conectar su disciplina académica con sus experiencias como yoguini y actualmente viaja por todo el mundo captando con su cámara imágenes y emociones y difundiendo la tradición del Yoga Tántrico de Cachemira. Es discípula directa de Eric Baret, renombrado maestro de esta tradición. Llegó a este yoga movida por su gran cuestionamiento interno. Sin embargo, declara que esta tradición no es mejor que otra: “Finalmente, podría haber sido el sufismo o el tejido y hubiera sido la misma cosa: lo que yo buscaba era el retorno a mi propio ser”.
¿Cuál es la filosofía o los fundamentos y principios en que se basa este yoga?
El único fundamento es la escucha; una mirada clara y directa de la realidad. Ver lo que es, sin intención de intervenir, dejando que las percepciones se desplieguen. Esto quiere decir: darme cuenta de mis reacciones, de mis miedos y de mis compensaciones. Pasamos nuestra vida justificándonos, defendiéndonos y calculando lo que vamos a ganar o perder frente a una situación y muchas veces entramos a un camino espiritual porque creemos que nos va a dar felicidad, escapando o huyendo de la realidad. Ineludiblemente, todo está aquí y escuchar lo que aparece, es nuestro fundamento.
¿Y cómo se logra esta escucha?
El acento está puesto en el despliegue del sentir: en cómo voy hacia la postura, cómo la vivo, cómo vuelvo de ella. Esta tradición no pone el foco en la asana misma y menos en el logro. No hay nada que conseguir, porque lograr una postura de yoga todavía no ha hecho feliz a nadie en el largo plazo. Lo que interesa es la escucha que permite descubrir los mecanismos o patrones de las personas.
El yoga sobre el mat estimula la escucha, pero el verdadero yoga comienza al momento de salir de la sala. Los espacios de comprensión profunda tocados durante la práctica, permiten ver lo que antes no veías sobre tu funcionamiento. Es así como se logra tomar consciencia de que la arrogancia o el miedo que experimentas al realizar una postura, también están presentes en la vida diaria, con la familia, los amigos, los alumnos. Este acto de ver, sin comentarios, es la más grande de las libertades.
Y cuando “ves”, ¿se hace más fácil cambiar?
El llamado es a querer ver mejor y no a querer cambiar. A través del “ver”, los ajustes se hacen solos.
¿Y qué pasa en tu relación con los demás, cuando esos mecanismos o condicionamientos que descubres dañan a otros? ¿Es necesario transformarlos?
No hay otro: la persona que tengo al frente es mi espejo, mi gurú, a través del cual observo mis reacciones. Siempre debes volver a ti y dejar vivir las emociones que te atraviesan. Es necesario investigarte y tenemos suerte porque la vida nos presenta, sin cesar, situaciones conflictivas que nos permiten esta investigación.
Cuando vuelves a ti y observas verdaderamente cómo funcionas, puedes tomar consciencia -por ejemplo- de que estás en una relación de competencia con tu pareja para probar que tú eres un marido o una esposa excepcional; o que tiranizas a tus hijos para hacerles sentir que eres la autoridad; o que te vuelves autorreferente en una conversación con tus amigos para estar seguro de que eres mejor que ellos.
Así vas tomando consciencia de que cada juicio, cada opinión y cada acción, puede convertirse en una forma de agresión contra el mundo. Cuando puedes ver ese funcionamiento en ti, empiezas a vivir desde la extrema humildad, porque no vales más que un ladrón o un asesino. Tú haces como todo el mundo: lo que puedes con tus limitaciones y tus miedos. Hay que ser muy orgulloso para juzgar al mundo; hay que sentirse verdaderamente excepcional e infalible para tener una opinión sobre los demás.
¿Para qué practicas Yoga Tántrico?
Solo por el placer. Cuando te sientas en el mat, no sabes lo que va a pasar. Es importante no tener rutinas. No preparamos jamás una clase y el estudiante fluye sin saber para dónde va; no hay demandas ni expectativas. Comienzas a poner la pierna a la derecha, a subir el brazo y observas los movimientos que se despliegan, las zonas de sensibilidad que se presentan. Es un viaje sin fin y sin retorno. No empieza en ninguna parte y no termina en ninguna parte, porque no hay ninguna parte a dónde ir. Tú estás presente a lo que se presenta y ahí descubres mucho de ti.
Las asanas son muy parecidas o iguales en ambos yogas, ¿hay alguna diferencia en su ejecución?
Las asanas son idénticas, pero en la tradición del Yoga de Cachemira hay algunos detalles importantes. Las manos van en reposo, por ejemplo, siempre con la palma hacia el suelo; jamás hacia arriba. Además, no se trabaja con la musculatura de la espalda; decimos siempre que en el yoga no hay espalda. El contacto con el suelo es una exploración importante de nuestra práctica: no presionamos jamás hacia el suelo. Luego, las variantes están en los detalles más que en las posturas.
Buscamos el movimiento depurado, orgánico, que reencuentre la globalidad, examinando permanentemente qué puedes soltar de tu cuerpo que sea inútil para la asana. Por ejemplo, la nuca comprimida, la mano crispada, la tensión en el dedo gordo del pie o los glúteos contraídos, etc. La asana no se aprende; solo debo dejarla emerger y permitir que ella aparezca en mí.